Los Ojos



 Dependemos de la vista más que de ningún otro sentido para movernos por el espacio que nos rodea. En una sola mirada, que dura una fracción de segundo, los ojos colaboran con el cerebro para informarnos sobre el tamaño, la forma, el color y la textura de un objeto. Nos permiten saber la distancia a la que está, si está quieto o se acerca a nosotros y la rapidez con que se mueve. Los ojos nos proporcionan a diario mensajes que nos ayudan a entender el mundo que nos rodea.

Aunque los ojos son pequeños en comparación con la mayoría de los órganos del cuerpo, su estructura es increíblemente compleja. Los ojos funcionan conjuntamente para percibir profundidad, lo que nos permite calcular la distancia y el tamaño de los objetos para poder movernos a su alrededor. No solo funcionan conjuntamente sino que también colaboran con el cerebro, los músculos y los nervios para crear complicadas imágenes y mensajes visuales. Y los ojos se adaptan constantemente a los cambios en el entorno. Por ejemplo, se adecuan para que podamos movernos fácilmente por una habitación casi a oscuras o bajo una brillante luz solar.

Así como los ojos de los murciélagos se ofuscan a la luz del día, de la misma manera a la inteligencia de nuestra alma la ofuscan las cosas evidentes (Aristóteles).
En la mitología también encontramos el tercer ojo o el único ojo de los cíclopes que destruía sin piedad todo lo que alcanzaba a ser visto por él.
Pero en otros casos ese tercer ojo, simboliza la sabiduría de grado supremo, la independencia y la eternidad. Es el ojo que vemos en los dólares coronando una pirámide, sin duda billetes cargados de gran simbolismo esotérico.
En la antigüedad se veneraba al Sol y era considerado como el ojo de día y a las estrellas ojos de la noche, que jamás dejaban de velar por la existencia de los seres vivos aún siendo de noche, ya que las estrellas eran consideradas todo poderosas.

Por otra parte en la ciencia de Hermes; la ciencia hermética, el ojo simboliza la transformación hacia la luz y la ciencia. En las representaciones del dios Siva y de Buda, encontramos el Tercer ojo que aparece como una perla que despide llamas y su visión es trascendental, otorga sabiduría y consciencia espiritual.

Para los buenos pastores de persas, el que es para los iraníes el Yima, cuidaba los “rebaños” de fieles y portaba un ojo solar que guardaba la llave de la vida eterna.

Donde encontramos una gran complejidad en el simbolismo del ojo, es en Egipto, donde encontramos una teología con una gran variedad de dioses unidos al simbolismo del ojo:

- Utchat, el Ojo de Horus, se creía que era capaz de verlo todo, y recibía un sin fin de nombres: Estrella Polar, ojo del cerebro o de la iluminación.
- Una Serpiente sagrada (la cobra) era colocada en la frente del dios Ra y representaba El ojo de Ra.
- Los diferentes ojos tenían significados diferentes, así, el derecho simbolizaba el Sol (Ra y Osiris) y el izquierdo la Luna (Isis).

Respecto a los chinos y japoneses, los simbolismos de los ojos se consideraban al revés que para los egipcios, el derecho la Luna y el izquierdo el Sol.
Los fenicios, tenían un dios que hoy bien podría ser el personaje de un monstruo de ciencia ficción, era su Dios Cronos que lucía cuatro ojos, que se turnaban, dos que se abrían y dos que se cerraban de forma intermitente, representando la atención constante.
Los cristianos consideraban los ojos como ventanas del alma, por los que entra la luz para inundarla. En la biblia haciendo referencia a la Apocalipsis, los siete Espíritus de Dios eran representados por los siete ojos.
El ojo de dios es omnisciente y puede verlo todo a diferencia del ojo del alma que es la percepción de lo que está oculto o invisible a los ojos físicos; el espíritu, intelecto o inspiración.
Para el Islam, el Ojo es sede del Intelecto Absoluto.

El ojo más enigmático el cual está relacionado con una parte muy importante de nuestro cuerpo, es el tercer ojo, al referirse al ubicado en el centro de la frente, donde se encuentra el tercer chakra (centro de energía sutil), el llamado chakra Ajna, situado en la sede de la glándula pineal, importante glándula endocrina que regula un sin fin de procesos vitales del organismo.
Esta glándula está relacionada en última instancia con la intuición y aspectos espirituales como ver más allá de los sentidos, capacidad de trascender el espacio-tiempo y ver el pasado o el futuro, y sobre todo es la capacitada para hacer evolucionar al hombre o despertarlo a estados superiores de conciencia. Por eso es tan importante entre otros, por ejemplo para los yoguis, que realizan visualizaciones y ejercicios para estimular esa zona del cuerpo.

El ojo ha sido en todas las culturas un símbolo vital ya que el órgano visual es uno de los más importantes en el ser humano. Precisamente por esta causa los hombres lo llevaron a las esferas divinas y lo relacionaron con el concepto de luz y de energía luminosa.


Ciertas luchas mitológicas acaecidas entre el dios Horus y su tío Seth hicieron que el ojo de Horus, simbolizara la totalidad, aquello que ha vuelto a su ser y se ha completado. Los egipcios lo denominaron Udyat. Dicha narración cuenta cómo Horus tuvo que luchar encarnizadamente con su tío Seth para vengar la muerte de su padre Osiris. En la batalla Horus perdió el ojo izquierdo, que fue dañado o robado por Seth, teniendo que ser sustituido por el Udyat.
El ojo izquierdo de Horus se relacionó con la Luna, mientras que su ojo derecho se identificó con el sol. El punto de conexión entre el Udyat y la Luna se debe a una versión del mito que cuenta que el ojo herido tuvo que ser sanado y reconstruido por el dios Thot. El proceso de curación se percibía en la naturaleza a través de las fases lunares, es decir, la Luna modificaba su aspecto cuando estaba en trance de curación y la Luna Llena aparecía cuando el Ojo de Horus estaba sanado completamente.
La conexión entre mitos solares y osiríacos que se percibe en esta leyenda parece indicar que los propios egipcios fusionaron historias que pertenecían a deidades distintas, Horus el Viejo (Haroeris) y Horus el Joven (el hijo de Osiris e Isis) y que al final el Ojo sirvió como modelo de la ofrenda que Horus el Joven le hacía a su propio padre para volverle a la vida. Es decir, Horus el Joven llegó a fusionarse con su homólogo cuando el mito de Osiris comenzó a cobrar importancia.
En forma de amuleto, era uno de los más poderosos e importantes y la cantidad de ejemplares que se llevaran o incluyeran en la momia incrementaba el valor protector del mismo. Servía para contrarrestar los efectos del mal de ojo, como remedio contra las enfermedades oculares y para proteger al difunto de cualquier encantamiento dañino o de la mala suerte, potenciándole la visión, tanto la real como la introspectiva.
Aparece en multitud de contextos; por ejemplo, sobre los muros de los templos se recoge la ofrenda de dos Ojos de Horus para asegurar el buen funcionamiento del ciclo solar y lunar. Idéntico simbolismo tenía la presentación de dos espejos (Véase “espejo”). También en el santuario el Udyat se personifica en la cerradura del naos de la divinidad. La parte por donde entraba el pestillo se denominaba de este modo y el pestillo en sí era “el dedo de Seth” evocando de nuevo los problemas entre ambos dioses; el retorno de maat (orden), personificado por el dios del templo, estabilizaba el cosmos agitado por esta lucha.
El Udyat se encuentra en el ajuar funerario, formando parte de la decoración o, incluso, integrado en la ornamentación de cetros, proas de las barcas, etc. Con la inclusión del ojo se animaba el objeto y de forma mágica se facultaba para que tuviera la facultad de ver.
El Ojo de Horusfue considerado la ofrenda por excelencia. En opinión de Hornung (1992) podría ponerse en paralelo con la ofrenda de Maat ya que con ambos se conseguía alejar las amenazas peligrosas y dañinas logrando que la justicia y la armonía permanecieran o retornaran. Estas dos ofrendas se presentaban una junto a la otra en ceremonias tales como el “Culto Diario” y se acercaban a la boca de la divinidad. Una estatuilla representaba a la diosa de la justicia y del orden cósmico, Maat, que portaba sobre la cabeza una pluma de avestruz como símbolo distintivo. Ella constituía el alimento genérico del dios, ya que éste se sustentaba de la justicia, fortaleciéndose con el "espíritu" de este concepto que facultaba la buena marcha del país. Por otro lado, el Ojo de Horus simbolizaba la salud, otro de los elementos esenciales para el mantenimiento del maat. Gracias a estas ofrendas se insuflaba a la estatua la "vida" mágica y poderosa, necesaria para la armonía de la tierra egipcia.
Algunos dioses como Iah (la Luna) o Nefertum en su aspecto de “Soberano de la Comida” (Reino Nuevo) llevan con frecuencia este órgano en la mano como símbolo de “toda” ofrenda. Es decir, llegó a personificar no sólo conceptos relacionados con la luz, sino que también podía ser, por ejemplo, la materialización mágica de alimentos. Representado en el lateral de los sarcófagos servía para que el difunto pudiera ver mediante ellos el viaje que realizaba a través del cielo, incluyéndose a finales del tercer milenio.

Ojo de Ra

Como se ha citado en el apartado anterior, el ojo está relacionado con el concepto de luz y de energía luminosa. El ojo izquierdo de Horus está relacionado con la Luna, mientras que el ojo derecho se identifica con el Sol y es el Úreus vigilante y defensor que se encuentra en su frente.
En este caso nos encontramos ante la personificación del ojo del dios solar, que tenía la facultad de ser independiente del dios, pero que le preservaba del mal.
El Ojo de Ra estaba identificado con la llama, con el fuego y éste a su vez se relacionaba con la diosa Sejmet, el aspecto destructor del sol. Esta diosa podía tomar la forma de una cobra o el de una mujer con cabeza de leona. Dicha cobra protectora se colocaba sobre la frente del dios Ra y en la del soberano como símbolo de poder potencia y defensa.
La leyenda cuenta cómo el Ojo (personificado en una diosa Hathor-Sejemet) se desprende del propio dios Ra y, encolerizado por el trato que los humanos han dado a su padre (el sol) viaja furiosa hasta Nubia para vengarse de los hombres y aniquilarlos a su paso. Dándose cuenta del desastre que está ocasionando, Ra le ordena cesar la matanza, pero ella, enfebrecida por el sabor de la sangre, no escucha sus ruegos. Por ello el sol ha de convocar a los dioses y ordenar a una comisión divina que parta en busca de su Ojo y le ordene retornar a su lugar. Cuando la encuentran tratan de aplacarla con música y danzas, y deciden embriagarla con una bebida de color rojo, compuesta con madrágoras fermentadas, que vierten sobre el suelo. Al despertar, la diosa bebe en abundancia y completamente borracha calma sus ánimos, así los dioses logran llevarla a Egipto donde se lava en las aguas de la primera catarata del río Nilo (relacionadas en este caso con las aguas primordiales) y se convierte en una hermosa mujer. Después de ser recibida en varios centros religiosos con muestras de alegría y alborozo, Ra la convierte en Úreus y la coloca en su frente para que nunca más pueda escaparse.
Este mito se recoge por primera vez en la Tumba de Sethy I en el Valle de los Reyes y más tarde, con distintas variantes, se repite en los templos ptolemaicos, documentándose también en papiros de época Grecorromana. Es conveniente recordar que la sangre y el vino estaban en Egipto íntimamente relacionados. En cualquier caso esta leyenda varía en función de la versión del mito que se consulte. Así, en algunos lugares el responsable del retorno y del apaciguamiento de esta deidad es el dios Thot, mientras que en otros textos es Onuris, Shu y Tefnut, etc. En todos los casos el responsable se hace acompañar de todo un cortejo de dioses menores, genios y músicos que mediante sus cánticos y el sonido de sus instrumentos calman a la diosa encolerizada y la hacen volver con su padre Ra que la coloca en su frente en forma de Úreus.

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